Ya son cinco años los que llevamos juntas, y me parece que el tiempo ha pasado muy deprisa. Aún recuerdo el día que la fui a buscar, llena de miedo y nerviosismo. No sabía muy bien cómo traerla, así es que opte por una cunita en forma de flor que me regaló para ella una compañera del trabajo. Cogí la cuna y me fui a casa de la amiga que me hizo el regalo más hermoso. ¡Ah! Estoy hablando de «mi peque» Danna; mi perrita… para mi… mi niña.
Cuando llegue a casa de Pilar, una amiga suya estaba sentada en el sofá y la tenía en brazos. Era una bolita redondita y apenas sin morro, color canela claro y con unas pestañitas blancas. Aunque ya tenía su nombre decidido, por un momento pensé en cambiárselo y ponerla “White Cills”. Cuando la cogí en brazos sentí miedo. ¿Cómo iba a cuidar ahora de un cachorrito de cuarenta días? Pero enseguida se me pasó, en cuanto se acurrucó contra mi, lamió mi mano y me miró como sabiendo que a partir de ese momento nuestras vidas estarían unidas.
Puse la bolsa con la cunita y Danna en el suelo del conductor y quise llevarla a casa de mi hermano que vivía cerca para enseñársela. Durante el corto trayecto se salía continuamente de la bolsa y quería que la cogiese en brazos. ¡Ya demostraba lo trasto e inquieta que ahora es!
La llegada a casa de mi hermano no fue afortunada. Llegué con toda la ilusión del mundo para que conociesen a un pequeñito y precioso ser… y su respuesta fue un corto “vaya, y ¿ahora que vas a hacer con ella?”. Me quedé estupefacta sin saber que contestar. ¿Que qué iba a hacer? ¡Pues cuidarla y quererla!
Pero lo peor fue que solo me dejaron poner la bolsa en el suelo de la cocina y cuando Danna intentó salir de ella me dijeron que la metiese dentro otra vez.
Así es que hice lo mas inteligente. Me fui. ¡Que llorera me dio por el camino! Sé que mi hermano no es muy amante de los animales, pero solo era un cachorrito pequeño que acababa de ser separado de su madre y sus hermanos.
De camino a casa llamé a unos amigos y me dijeron “tráela que la conozcamos”. ¡Que diferencia! Les encantó. Enseguida mi amigo, que es fotógrafo, comenzó a hacerle fotos. Y su hijo, a pesar de ser alérgico a los animales cogió en brazos a Danna y hasta llamó al hijo de su vecina para que la viese. ¡Como siempre que la necesito, mi amiga Jesuli estaba ahí para echarme una mano! Desde ese momento supe que mi familia no iba a ceder en el «tema perro». Y no me equivoqué. Menos mal que mi otra familia sí. 🙂
Desde ese día hemos pasado muchas cosas juntas: alegrías, tristezas, soledades… En los peores momentos, siempre ha habido una patita que se ponía encima de mi pierna y me miraba con cara triste. Pero también hay muchas risas, porque Danna es muy graciosa; a pesar de ser mayor se comporta todavía como un cachorro. Es muy buena y le gusta saludar a todo el mundo por la calle como si los conociera. Y le chifla jugar con los niños. Además es muy guapa y como rubia que es, tiene a todos los perritos enamorados. ¡Es la «sexy» del barrio! En fin, algo tendrá de especial, porque cuando vamos a El Retiro la gente te fija en ella y la mayoría la quiere acariciar.
Danna acaba de cumplir cinco años y reconozco que me gustaría volver hacia atrás, porque el tiempo de los perritos pasa más deprisa que el de los humanos y yo no concibo mi vida sin ella. No sabría volver a casa y que no estuviese en la puerta esperándome.
Danna llegó a mi vida en un momento muy especial. Me ayudó mucho a conocerme a mi misma, a quitarme muchas perezas, a poner alegría donde había tristeza y me ayudó a conocer gente. Y lo sigue haciendo. A veces es un poco payasa y no puedo dejar de reír con las cosas que hace. Quizás he dejado de hacer alguna que otra cosa por ella, pero no me arrepiento. La quiero demasiado.
Por favor, si tu hijo te pide un perrito o cualquier otro animal, no lo dudes y hazle feliz, porque tú también lo serás. Eso sí, siendo responsable y conociendo las limitaciones que ello conlleva. Y mejor adoptar que comprar, y teniendo claro que desde el primer momento va a ser un miembro más de la familia, al que no puedes abandonar, que necesita sus paseos diarios, sus vacunas, su comida y que enferma como cualquier animal. Un perrito, así como cualquier otra mascota, necesita cuidados. No es un juguete que regalar por Navidad o un capricho por ser exótico y que podamos tirar cuando no nos guste o nos hayamos cansado. Es un ser vivo que sufre y que nos llega a amar como no nos podríamos imaginar.
Danna es una perrita de raza labrador color canela. Para mí, la perrita mas guapa del mundo. Cuando la miro a los ojos fijamente veo mas allá. La veo el Alma. Eso que me gustaría ver en algunas personas y que no llego a ver: un Alma limpia. Y entonces es cuando siento que es más que un animal, más que un ser humano… Si hiciera caso de los chamanes diría es un Alma reencarnada que esta aquí para ayudarme. Créeme, no lo dudo.
Debemos cuidar a los animales, porque somos sus grandes destructores. Y me quedo con la frase de la película “El Oso“: «¡Ante el placer de matar, está el placer de dejar vivir!». Lo siento, pero no comparto la caza, ni los toros, así como no comparto el sufrimiento como forma de divertimento. Prefiero divertirme paseando con «mi peque» por El Retiro o cualquier otro parque y verla correr viniendo hacia mi con cara de “qué bien me lo estoy pasando”.
Por favor, regala a los niños juguetes para jugar… y los perritos para ser «amigos» con los que poder jugar.
Autora: Esperanza Fernández
Ernest
Preciosa, disfruta de ella.
Lourdes Repiso
Esperanza escenifica en este maravilloso retrato de su relación con Danna cómo somos los españoles con los animales domésticos. En el mejor de los casos generan simpatía y responsabilidad en los que 'amamos a los animales'; en el peor terminan siendo 'cosificados' y retirados con la mayor insensibilidad o incluso asesinados como los pobres galgos cuando concluye la temporada de caza. Gracias, Espe.