¿Pautas? ¿Normas? ¿Autoridad?
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué?
¡Vayamos un poco más allá!
Al hilo de los tiempos y sin querer entrometerme en las formas de educar de cada familia, sí me gustaría hacer un breve análisis del concepto “autoridad”, de su significado y de su utilidad para nuestros hijos.
La autoridad, bien entendida, podemos afirmar que “es una de las formas de protección” que tiene el ser humano con sus pequeños (como especie diríamos con sus crías).
Me gustaría primero considerar la diferencia entre el ejercicio de la autoridad y la actitud arbitraria (“…si porque sí…”, “no… no sé, pero no….”, “..bueno, haz lo que quieras….”..etc.). Entiendo que sería conveniente tener en cuenta algún aspecto sobre el origen de cada una.
La función de la autoridad de los padres deriva del ejercicio de los adultos o de los que “saben” para manejarse en la vida y sobrevivir. Por el contrario la arbitrariedad no es una función sino una actitud o una conducta que conlleva elaborar o ejecutar una acción, norma, pauta o ley, al arbitrio (“capricho”,…) de quien la ejecuta. En ocasiones, es para vanagloriarse o, muchas de las veces, en gentes de buena voluntad, como respuesta improvisada al no saber cómo mejor hacer o no haber reflexionado antes de imponer esa norma o esa pauta, o no realizar ninguna.
La función que implica ejercer la autoridad parental se manifiesta en pautas de comportamiento, en reglas, en mensajes, en organización, etc., que ayuden a nuestros hijos a sobrevivir y a convivir con los demás seres humanos que nos rodean.
El niño ante sus necesidades para vivir, en la medida que va recibiendo más pautas de crianza y de convivencia por parte “del que sabe” (madre, padre, educadores, profesores, abuelos, etc.), reconoce en esas «figuras que saben” a quien apegarse, a quien querer, en quien protegerse. (Aunque hacemos referencia a la diversidad de adultos que rodean al niño, en esta reflexión nos ceñiremos más al el núcleo de la familia, los padres).
¿Por qué se apega el niño al adulto? Porque todo ser humano en la niñez se siente vulnerable, es vulnerable, y necesita que le acojan y le ofrezcan un lugar y un entorno seguro, un entorno de afecto y de protección.
Las madres y los padres podemos caer en diferentes situaciones-trampa, esto es caer tanto en la “permisividad” como en la “rigidez”. Y en realidad, ambas actitudes, suele tener que ver con nuestros propios patrones y nuestros propios valores y exigencias, relacionados con el “temor a confundirnos”.
Vamos a ver esta cuestión. En primer lugar intentemos no confundir autoridad con autoritarismo. La autoridad y la puesta en práctica de pautas de convivencia exige firmeza pero también exige flexibilidad. Quizás esta especie de fronteras entre firmeza-rigidez y flexibilidad-permisividad es en donde a los padres nos pueden, frecuentemente, aparecer dudas: “hasta dónde me impongo, hasta dónde permito, quizá me paso, a lo mejor no llego…»
Ahora bien, cuando estas dudas aparezcan (que es humano que aparezcan), me permito sugerir, que nos demos tiempo; tiempo para poder pensar y decidir lo más adecuado. Y si no tenemos ese tiempo porque la intervención ha de ser inmediata, hagamos lo que en ese momento podamos o se nos ocurra y después reflexionemos. En caso de comprobar que la decisión tomada no ha sido la conveniente, podemos modificarla, con una explicación breve y clara . Pondré algunos tópicos ejemplos: “Oye he estado pensando y veo que es más conveniente para ti que no hagas lo que me pediste, así que no vas comer chuches antes de la merienda” o ”Lo he pensado y lo mejor es que te vayas a la cama y no juegues más”o ”He pensado que si no quieres comer más no comas, pero nada de otra cosa a cambio, tú te lo pierdes….”,o “Mira,lo he estado pensando y veo que tienes razón…” etc. Y por supuesto, si no se puede modificar la decisión en ese momento, podremos hacerlo en otra ocasión similar posterior (que posiblemente llegará). Seguro que después de pensar en élla, la practicaremos con más seguridad y firmeza, sea pauta o acción, porque la entenderemos como la más conveniente para el progreso de nuestros hijos.
El próximo escrito será la continuación de éste. Y en él reflexionaremos sobre el beneficio para los padres y para nosotras como madres (y por supuesto para nuestros hijos) el hecho de poder admitir nuestras dudas y mostrarnos como lo que somos: seres humanos.
(Continuará….)